
𝚊𝚕𝚎𝚓𝚊𝚗𝚍𝚛𝚘 𝚌𝚊𝚜𝚝𝚛𝚘
𝗍𝗁𝖾𝗋𝖾 𝗂𝗌 𝖺 𝗍𝗂𝗆𝖾 𝗍𝗈 𝖿𝗂𝗀𝗁𝗍
 𝖺𝗇𝖽 𝗍𝗁𝖾𝗋𝖾 𝗂𝗌 𝖺 𝗍𝗂𝗆𝖾 𝗍𝗈 𝖻𝖾 𝖼𝗅𝖾𝗏𝖾𝗋
Por extraño que resultase, su madre siempre había preferido Oaxaca, ciudad a la que viajó tras acabar sus estudios en historia del arte precolombina, a Londres o Barcelona, de donde eran sus progenitores. La gente, el ambiente y la armonía de las calles mexicanas habían conseguido conquistar a la mujer desde el primer momento en que pisó la ciudad; pero, quien de verdad había logrado que Lola nunca más volviese a Europa, había sido Miguel Castro. La joven pareja no tardó en casarse, un gesto que cualquiera hubiese considerado precipitado, y solo fue cuestión de meses que Alejandro llegase al mundo.
 
 Su infancia se resumió en su madre y su abuela paterna que, sorprendentemente, congeniaban más que bien. Alejandro solía pensar que era porque su abuela se llambaa Dolores y su madre Lola, que venía a ser lo mismo. Su padre, por el contrario, pasaba la mayor parte del día trabajando en el sector de la minería. La vida de los Castro se desmoronó cuando la mina cerró y, con ello, todos los mineros fueron despedidos y mandados a casa sin trabajo. Miguel Castro era la única fuente de ingresos con la que contaba la familia y, tras meses pensándolo, decidió que era el momento de probar suerte en Estados Unidos; todo el mundo hablaba del país de ensueño que era Norteamérica, y la decisión se tomó antes de saber que la mujer estaba, nuevamente, encinta.
 
 Cuando Adriana nació, a Miguel y a Alejandro, que apenas contaba con diez años de edad, no les quedaba más que seis meses para marchar hacia Manhattan. El hombre había decidido que quería para su hijo un futuro mejor que el que México podría ofrecerle, mientras que por otra parte quiso que su nueva pequeña pasase la infancia en la ciudad que tanto amaba, Oaxaca. Por aquella razón y con dolor, dejó atrás a su mujer y su hija con la promesa de que, cuando Adriana creciese, se traería a ambas.
 
 De pronto, Alejandro pasó a verse en uno de los barrios más pobres de Manhattan. Aquellos barrios se definían por dos cosas: extranjeros y delincuentes. No era un lugar seguro pero, tras conocer a un pequeño grupo de latinos de variadas edades, comenzó a forjar su hogar allí. No tardó en descubrir cuán despreciables eran los americanos: racismo y egocentrismo que llegó a poder con él y que se materializaron en insultos y palizas por ser de donde era. Aprendió a ignorar aquellos comportamientos y, en cuanto pudo, abandonó la enseñanza. Estaba seguro de que Estados Unidos no era lugar para gente latina.
 
 Todo ello despertó en él cierto rencor: si ellos creían que de veras todos eran asesinos, ladrones y unos mentirosos… Al menos les daría una razón para que lo despreciasen de verdad. Esto explicaría por qué, desde bien joven, comenzó a robar en pequeños establecimientos y montarse sus propios ‘‘negocios’’ cuando cumplió los diecisiete. La ausencia de una figura materna y el hecho de que su padre se pasase más horas trabajando que en casa, hicieron de esto una tarea mucho más fácil. Todo ello se acabó cuando su padre murió en un accidente de tráfico cuando el muchacho apenas contaba con veintiún años de edad. Alejandro hizo todo lo posible para enviar el cuerpo a México pero la falta de dinero y el hecho de no tener papeles solo logró un pésimo final para el hombre. Si bien, antes de su fallecimiento, había mantenido contacto con su madre y hermana, desde llamadas telefónicas hasta cartas con fotos de ambas que le permitieron ir viendo cómo Adriana crecía, todo ello desapareció cuando tuvo que comenzar a vivir por sí mismo; fue ahí cuando perdió todo el contacto con ellas. Los años próximos los aprovechó para buscarse pequeños trabajos mal pagados y conseguir los papeles para estar de forma legal en el país.
 
 Los últimos diez años, Alejandro ha ido saltando de banda en banda, dedicándose al tráfico ilegal de armas. Consciente del daño que hace el narcotráfico a su propio país, México, a día de hoy intenta desmantelar bandas dedicadas a ello desde dentro.
Las cicatrices que adornan el cuerpo de Alejandro debido a los numerosos problemas con bandas son tales que han provocado en él cierta aberración a su propio cuerpo. El hecho de desnudarse le supone una tortura y se avergüenza de ello.
No soporta que hablen de sexo o temas relacionados con el mismo cuando está delante. Todo esto viene dado debido a los años que ha tardado en aceptar su orientación sexual; años en los que se ha obligado a sí mismo a estar con mujeres únicamente para ser aceptado por el resto.
Es alcohólico.